Antes que venham ventos e te levem
do peito o amor, este tão belo amor,
que deu grandeza e graça à tua vida,
faze dele, agora, enquanto é tempo,
uma cidade eterna e nela habita.
Uma cidade, sim. Edificada
nas nuvens, não no chão por onde vais,
e alicerçada, fundo, nos teus dias,
de jeito assim que dentro dela caiba
o mundo inteiro: as árvores, as crianças,
o mar e o sol, a noite e os passarinhos,
e sobretudo caibas tu, inteiro:
o que te suja, o que te transfigura,
teus pecados mortais, tuas bravuras,
tudo afinal o que te faz viver
e mais o tudo que, vivendo, fazes.
Ventos do mundo sopram; quando sopram,
ai, vão varrendo, vão, vão carregando
e desfazendo tudo o que de humano
existe erguido e porventura grande,
mas frágil, mas finito como as dores,
porque ainda não ficando qual bandeira
feita de sangue, sonho, barro e cântico
no próprio coração da eternidade.
Pois de cântico e barro, sonho e sangue,
faze de teu amor uma cidade,
agora, enquanto é tempo.
Uma cidade
onde possas cantar quando o teu peito
parecer, a ti mesmo, ermo de cânticos;
onde posssas brincar sempre que as praças
que percorrias, dono de inocências,
já se mostrarem murchas, de gangorras
recobertas de musgo, ou quando as relvas
da vida, outrora suaves a teus pés,
brandas e verdes já não se vergarem
à brisa das manhãs.
Uma cidade
onde possas achar, rútila e doce,
a aurora que na treva dissipaste;
onde possas andar como uma criança
indiferente a rumos: os caminhos,
gêmeos todos ali, te levarão
a uma aventura só macia, mansa
e hás de ser sempre um homem caminhando
ao encontro da amada, a já bem-vinda
mas, porque amada, segue a cada instante
chegando como noiva para as bodas.
Dono do amor, és servo. Pois é dele
que o teu destino flui, doce de mando:
A menos que este amor, conquanto grande,
seja incompleto. Falte-lhe talvez
um espaço, em teu chão, para cravar
os fundos alicerces da cidade.
Ai de um amor assim, vergado ao vínculo
de tão amargo fado: o de albatroz
nascido para inaugurar caminhos
no campo azul do céu e que, entretanto,
no momento de alçar-se para a viagem,
descobre, com terror, que não tem asas.
Ai de um pássaro assim, tão malfadado
a dissipar no campo exíguo e escuro
onde residem répteis: o que trouxe
no bico e na alma para dar ao céu.
É tempo. Faze
tua cidade eterna, e nela habita:
antes que venham ventos, e te levem
do peito o amor este tão belo amor
que dá grandeza e graça à tua vida.
Thiago de Mello
Sugerencia
Antes que vengan vientos y te lleven
del pecho el amor, este tan bello amor
ése que dio grandeza y gracia a tu vida,
haz de él, ahora, en tanto es tiempo,
una ciudad eterna y en ella habita.
Una ciudad, sí. Edificada
en las nubes, no en el suelo donde vas
y cimentada, hondo, en tus días,
de modo que dentro de ella quepa
el mundo entero: los árboles, los niños,
el mar y el sol, la noche, también los pajarillos,
y sobre todo quepas tú, entero:
lo que te ensucia, lo que te transfigura,
tus pecados mortales, tus bravuras
todo, al final, lo que te hace vivir
más todo aquello que viviendo haces.
Los vientos del mundo soplan; cuando soplan,
ay, van barriendo, van, van arrastrando
y deshaciendo todo lo que de humano
existe erguido y por ventura grande
pero frágil, pero finito, como los dolores,
sin que quede algo siquiera cual bandera
hecha de sangre, sueño, arcilla y cántico
en el mismo corazón de las eternidades.
Entonces, de cántico y arcilla, sueño y sangre,
haz de tu amor una ciudad
ahora, en tanto es tiempo.
Una ciudad
donde puedas cantar cuando tu pecho
te parezca, a ti mismo, yermo de cánticos;
donde puedas jugar siempre que las plazas
que recorrías, dueño de inocencias,
ya se mostrasen mustias, con subibajas
recubiertos de musgo, cuando la hierba
de la vida, otrora suave para tus pies
blanda y verde ya no cayese
de rodillas frente a la brisa mañanera.
Una ciudad
donde puedas hallar, brillante y dulce,
la aurora que en la niebla disipaste;
donde puedas andar tal como un niño
indiferente a los rumbos: caminos
gemelos todos allí, te llevarán
a una aventura sólo suave, mansa
y has de ser siempre un hombre caminando
al encuentro de la amada, la que fue ya bienvenida,
pero que, por amada, continúa a cada instante
llegando novia siempre hasta su boda.
Dueño del amor, siervo eres. Pues es de él
que tu destino fluye, dulce de mando.
A menos que este amor, aun grandísimo,
sea incompleto. Fáltele quizás
un espacio, en tu suelo, para clavar
de la ciudad hondos cimientos.
Ay de un amor así, doblegado por cadenas
de tan amargo destino: el del albatros
nacido para inaugurar caminos
en el campo azul del cielo y que, a la vez,
al momento de elevarse para el viaje,
descubre, con terror, no tener alas.
Ay de un ave así, tan desgraciada
malgastando por campos exiguos y oscuros,
donde viven reptiles lo que ella trae
en el pico y en el alma para darlo al cielo.
Antes que vengan vientos y te lleven
del pecho el amor, este tan bello amor
ése que dio grandeza y gracia a tu vida,
haz de él, ahora, en tanto es tiempo,
una ciudad eterna y en ella habita.
Traducción de Gustavo F. Soppelsa
1 comentari:
Muito bonito!!! Eu estava prestando atenção e eu pensava que estilo bonito do poema!. Felicitações para a tradução. Beijos!!
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