dissabte, 22 de novembre del 2008

Jo vinc d'un silenci

Vull alçar la veu,

per cantar als homes

que han nascut dempeus,

que viuen dempeus,

i que dempeus moren.

Joan Manuel Serrat



“Pío Collivadino pintó este alto en el trabajo para almorzar y dio a cada uno de sus protagonistas un papel o una clave para ver en la escena algo más que la celebración de la camaradería entre obreros de la construcción. Es un fresco del año en que transcurre y deja entrever la maneras diferentes en que lo viven por edad, situación propia o desconocimiento, cada uno de los obreros. Es todavía el sueño de una Argentina hacia la opulencia del Centenario. La luz y los colores acentúan ese espejismo. Sólo una mirada ligera nos haría quedarnos con esa impresión.

“Los tres obreros jóvenes comen y ríen. El de la barba huele a barco y nostalgia. El que come en primer plano sosteniendo la comida con esas manos sólidas y constructoras en las que confía es el que casi está apoyado en los elementos del trabajo y mira la batea que pareciera acaba de abandonar. Hasta ahí la seguridad. Pero están los dos hombres del fondo. El de la pipa, el único que no come, habla, con la mano entreabierta que indica la explicación. Le habla a un solo compañero como si todavía quisiera dejar a los otros la libertad de entregarse a lo que sienten.

“Como si supiera que se empieza hablando de a uno. ¿Habla de una lucha que conoció en otro continente?

“Lo cierto es que nunca nos responderá la pregunta que le hubiéramos hecho. ¿Sabía que el año anterior, 1902, se había sancionado la Ley de Residencia y su lucha se adensaba con otro golpe?”


Juana Bignozzi, “El trabajo en la plástica”

http://www.elinterpretador.net/34JuanaBignozzi-ElTrabajoEnLaPlastica.html



diumenge, 16 de novembre del 2008

Artistes sota sostre

Fa molt de temps, a cert escriptor entrevistat en televisió li vaig escoltar dir alguna cosa que mai no se m'ha oblidat: que la cultura protegida, “oficialitzada per mecenatge”, àdhuc diguem políticament “irreprotxable”, esdevenia estèril.

Predicava aquell home que l'art es mou, si aquest art és de debò, serpentejant pel perillós i mortal congost de la crítica al poder, o a allò que és gairebé el mateix (llegeixi's l'estat de coses “aprovat” per la unanimitat de la gent que es troba còmoda, el consentit com “real” pels qui dominen).

Record que, per aquesta sendera de reflexió, posava en relleu que la declamada i àrduament sol·licitada “protecció de la cultura” pels governants venia a ésser una contradicció, i l'artista tutelat, conseqüentment, un eunuc domesticat, potser fins i tot contra la seva voluntat, doncs, per fi, qui mossega la mà que l’alimenta sense sentir-se almenys una miqueta ingrat?

En la seva línia, i escandalitzant per l'absurd, ho reconec, em ve a la memòria altra paràbola qu’ell va disparar llavors: els bons pares són una desgràcia, perquè conspiren contra la natural rebel•lió que està en la gènesi de la pròpia personalitat ja que, qui s'atrevirà a ésser algú si no es pot ésser millor que un model admirat i no superable?

Gustavo F. Soppelsa

Artistas bajo techo

Hace mucho, a cierto escritor entrevistado en televisión le escuché decir algo que nunca se me ha olvidado: que la cultura protegida, “oficializada por mecenazgo”, aun digamos políticamente “irreprochable”, resultaba estéril.

Predicaba aquel hombre que el arte se mueve, si lo es de verdad, serpenteando por el peligroso y mortal desfiladero de la crítica al poder, o a aquello que es casi lo mismo, léase el estado de cosas “aprobado” por la unanimidad de la gente que se encuentra cómoda, lo consentido como “real” por los que dominan.

Recuerdo que, en ese sendero de reflexión, ponía de relieve que la declamada y arduamente solicitada “protección de la cultura” por los gobernantes venía a ser una contradicción, y el artista tutelado, consecuentemente, un eunuco domesticado, quizá incluso contra su voluntad, porque, al fin, ¿quién muerde la mano que lo alimenta sin sentirse un poquito ingrato al menos?

En su línea, quizá escandalizando por el absurdo, lo reconozco, me viene a la memoria otra parábola que descerrajó entonces: los buenos padres son una desgracia, porque conspiran contra la natural rebelión que está en la génesis de la propia personalidad ya que, ¿quién se atreverá a ser alguien si no se puede ser mejor que un modelo al que se admira y no es superable? Se non è vero…

Gustavo F. Soppelsa



dissabte, 8 de novembre del 2008

Corazón de siglo

Corazón de siglo despenado

y en trance

de ser siglo.

Te llama -voz hermosa-, corazón,

la incandescencia

de los megamercados,

la fiesta eterna

de la mano impaciente,

y experta, como nunca,

en el trabajo leve de romper

envoltorios de regalos.

Te convoca, corazón,

y eso te hipnotiza

como pocas veces antes,

una mano relamida

por el eléctrico placer

de adquirir

superficies nuevas,

relucientes,

de últimos modelos pintados de rojo,

rojos hoy sólo sonrosados.

Sin espías al volante

fotografiados

con la rubia indeclinable

y dispuesta a atravesar

el viejo muro de la capital

hoy redimida

de Germania

con el frío adorno

de la clandestinidad

transformado en gargantilla

de brillantes.

Una rubia fuera de tu alcance

reluciendo ofuscada

por la intromisión de la linterna

del milico del check-point.

Aquellos rojos de pasión

-es mi credo-

no serán más rojos.

Serán violetas o anaranjados,

[o blancos]

o remedarán el púrpura desvaído y colonial

de la casa que mira

a la Plaza de Mayo.

Pero nunca, corazón,

(aquí y allá) sobró tanto.

Por eso lo que falta

es simétrico

a la abundancia

de carteles luminosos gigantescos

y gaseosas livianísimas

destinadas a fabricar cuerpos

elongados

por el publicitario premiado,

mejor dotado

y rearmado

con un corazón para este siglo.

¿Qué quiere este corazón?

Corazón de siglo imberbe

inventándose martirios

para llenarnos

el corazón

de computadoras cómplices,

de puntos infinitos,

omnividentes

y pantallitas electrónicas,

como trozos

de una conciencia

brotada baja la bendición

y el peso insoportable

de un augurio del Aleph,

ése que en el sótano de cuento

mareó la curiosidad

de aquél que fue

luego

ciego famoso.

Corazón del siglo que comenzó

a renguear, como todas

las centurias que lo concibieron,

con los ojos enceguecidos de codicia

para usurpar lo mejor del mundo.

Corazón loco de amor

por este tiempo

(que no sabe si es el suyo)

y urgido por sanar.

Corazón de siglo

y de mínima piedad interesada

erguido al pie de la pirámide

inabarcable de la videoteca

donde

centenares de días muertos

quedaron como herencia imponente.

Allí dentro,

verás portentos y mutilados.

En ese monumento destinado

a hacer de piedra la memoria

de la imagen

veré y verás

antes maravillosos

rostros infantiles hoy talados

por el bisturí insensato del dolor,

y sueños en jirones

engalanados con promesas

que madurarán

en los corazones de otros siglos.


Gustavo F. Soppelsa