La inminente composición del escudo de la venerable familia Sardà (solicitada por el Rey Juan Carlos en el más estricto sigilo) ha apurado tiempos que para Joan deberían haber sido más dilatados. Urgido por una megalomanía nunca suficientemente bien oculta, y por la escasez de presupuesto de la Universidad de Andorra que con algo de desgana lleva adelante la tarea de investigación, el poco paciente polígrafo catalán desechó totalmente la veta asiática -observar noticia biográfica a la derecha de la pantalla del cibernavegante que en este momento husmea el blog- y decidió, presa de un rapto de furia, que la gente del Tibet no tenía nada que ver con los amables paisanos que desde su más tierna niñez había conocido en Sant Quirze del Vallès agregando, algo xenófobamente y por lo bajo, que “lo único amarillo-dorado que había sido conocido allí era la Senyera quadribarrada”. La declaración le valió el repudio fulminante del embajador del Japón ayer por la tarde; hoy se agregarían las formales quejas a La Moncloa de parte de Tailandia, Filipinas y de los herederos de Bruce Lee.
A pesar de las excusas inverosímiles que Sardà presentó al Dalai Lama mediante una artificiosa misiva, que fue tachada casi de empalagosa por los críticos literarios de “Le Monde”, nadie de su entorno ha podido desmentir creíblemente el cáustico editorial de un matutino albanés de gran circulación que lo acusó de estar movido sólo por una mezquina disminución del presupuesto al momento de la futura impresión del escudo: tanto el Yeti como el Everest insumirían, según cálculos que nuestro hombre hizo mentalmente con rapidez, una considerable cantidad de tinta que los subsidios de la Unión Europea no cubren. La flor de lis también se encuentra observada en ese sentido, y los monárquicos franceses temen su eliminación por iguales escrúpulos económicos que desde Mónaco se han calificado lisa y llanamente de “inmundos”. En los próximos días se sabrá más sobre esta cuestión, que desvela prácticamente a toda la realeza europea.
A pesar de las excusas inverosímiles que Sardà presentó al Dalai Lama mediante una artificiosa misiva, que fue tachada casi de empalagosa por los críticos literarios de “Le Monde”, nadie de su entorno ha podido desmentir creíblemente el cáustico editorial de un matutino albanés de gran circulación que lo acusó de estar movido sólo por una mezquina disminución del presupuesto al momento de la futura impresión del escudo: tanto el Yeti como el Everest insumirían, según cálculos que nuestro hombre hizo mentalmente con rapidez, una considerable cantidad de tinta que los subsidios de la Unión Europea no cubren. La flor de lis también se encuentra observada en ese sentido, y los monárquicos franceses temen su eliminación por iguales escrúpulos económicos que desde Mónaco se han calificado lisa y llanamente de “inmundos”. En los próximos días se sabrá más sobre esta cuestión, que desvela prácticamente a toda la realeza europea.
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