dimarts, 6 de gener del 2009

A los fantásticos negros de la Buenos Aires de Manuel Mujica Láinez y a Papá Baltasar


“Según Manuel Mujica Láinez en La máscara sin rostro (1779) la negrita Catalina con esa devoción animal de la cual solo es capaz la raza oscura, cuidaba de doña Leonor Montalvo en sus últimos años. La anciana tuvo la imprudencia de llegar de visita y morirse en casa de su rica y bella sobrina, la joven viuda Rosario Bermúdez, justamente la noche en que en la lujosa residencia se daba un baile de gala virreinal. Rosario, festejada flor de Buenos Aires, archivó a la inoportuna difunta en un desván, cuya llave guardó en su garboso escote ante los sollozos suplicantes de la fiel mulatita. El sarao brilló aristocrático y veneciano, mientras en los últimos patios los africanos reanudaban la zarabanda de los tambores. Catalina, llorosa en un rincón, observó un leproso que se había acercado a mirar de lejos la fiesta cortesana: en su cara de nariz y labios corroídos se destacaban sus ojos espantosamente vivos que admiraban a la bella anfitriona. Retirados los invitados, la negrita tomó al leproso con su mano enguantada de verde chillón y lo empujó suavemente en la alcoba donde se desnudaba la espléndida Rosario y cerró con llave y la guardó en su seno. Luego tiró los guantes.

“La misteriosa mulata de ojos verdes Bernarda Velazco reinaba en el jardín sobre una alfombra donde pulía bronces en el magistral cuento La hechizada, 1817. Hija de uno de los señores de la casa, se vengó en reivindicación de su identidad ambigua: hipnotizó a la niña Asunción y lentamente se metamorfoseó en ella y adoptó su lugar.

“En La mojiganga, 1753, el negro Antón, a pesar de las advertencias de su mujer Dalila, se sentía a orgulloso de su traje nuevo y de ser el verdugo que aplicaba los azotes a los condenados, en su mayoría negros. Su cargo lo había alejado de las noches de tamboril y vihuela con los de su raza. Pero en carnaval los enmascarados vinieron a buscar a Antón que marchó alegre vestido con el ropón remendado al estilo de los monjes penitentes que le proveyeron en el carromulticolor. A la noche llegó la mula con un enmascarado: Antón apuñalado y atado.

“La pulsera de cascabeles, 1720, retrata a los ingleses de la South Sea Company con monopolio en importación de esclavos en Buenos Aires. En la barraca de la Compañía negrera ha muerto de peste la delicada Temba y su hermano Bingo salmodia su canto fúnebre. El ciego Rudyard se dirige a la cuadra inmunda: “Esto de la pulsera de cascabeles es una invención suya, solo suya. Cuando descargan en Retiro una remesa de África, Rudyard anda una hora entre las hembras, manoseándolas o rozándolas apenas con las yemas de sus dedossutiles. Escoge la preferida y le ciñe para reconocerla en el rebaño oscuro, la pulsera de cobre. Una mujer osó quitarse la ajorca y recibió cien azotes, había muerto por la mitad de la cuenta, su cabeza pendía como una borla crespa yseguían azotándola.” Ante los setenta silenciosos negros de la barraca, Bingo se coloca la pulsera de cascabeles de su hermana muerta y finge el juego de la persecución amorosa fuera de la barraca y salta el foso como si una serpiente llamara entre las tunas, cuando Rudyard cae, lo golpea con una pala y lo entierra junto con la pulsera.

“Toinette fue la bella joven francesa que dio título a otro cuento de Mujica Láinez. Seducida por el maduro Timothée d’Osmat, había dejado a los veinte años su aldea francesa para convertirse en la marquesa de Buenos Aires. El caballero le había obsequiado al zarpar un negrito de quince años que le sirvió de valet durante la travesía. En el momento en que el navío se incendiaba, atacado por los españoles frente a Buenos Aires, Toinette llamaba desesperada al africano que nadaba como un pez. Le había hecho aire con abanico de palmera y la había mirado durante horas acurrucado como un perro a sus pies; ahora queella yacía entre las llamas y los muertos, aprisionada por el suntuoso mobiliario, necesitaba la ayuda de Maroc. Maroc la besa largamente. De un salto toma la arqueta de joyas. Se detiene junto a Monsieur d’Osmat, le alza la cabeza por una oreja, le escupe en la mejilla y se zambulle en el río. Ni siquiera se ha vuelto a mirar a la mujer que grita de horror.”

http://estatico.buenosaires.gov.ar/areas/cultura/cpphc/archivos/libros/temas_16.pdf


1 comentari:

Paok ha dit...

Bolches yarboclos pa todos.