Entre los adeptos al estudio de los idiomas, el bautismo de semen, quiero decir de fuego, del nuevo celular venezo-chavista ha puesto a arder agrias disputas.
Es que endilgarle a algo o alguien un nombre como “Vergatario” viene a ser, no sé, como que la realidad sigue imitando al arte, digo. ¿Es discípulo Hugo Chávez de Boris Vian? Se ignora ese detalle, pero se lo presume en gran medida, y en este caso aparentemente la medida justamente estaría en el promedio mundial bastante aceptado por los curiosos que se comenta es de unos 14 cms. con variantes regionales y étnicas. ¿El Vergatario más sofisticado alcanzará esa medida desde la base del cargador hasta la punta de la antena o habrá un MicroVergatario, que seguramente Catherine Fulop rechazará porque… porque sí.
Imagínense las siguientes y elegantes frases: “Yo fui compañero de secundaria de Tito Vergatario Martinelli, un petisito que jugaba rebien al fóbal y se la metía en cualquier ángulo al arquero”; o: “El Gral. Eusebio Vergatario Benavídez, que era como un hermano para el Libertador, estuvo al frente de la carga final en Maipú, y deshizo a los godos penetrándolos profundamente por el flanco derecho: no todos fueron muertos, y algunos terminaron simpatizando con la causa americana por motivos que nunca se conocieron y fueron considerados como secreto de familia por generaciones”.
Como denominación de objetos no queda mejor parada la palabra, con perdón del involuntario chiste: “Me compré un vergatario Prada de mangas doradas y piel de nutria finlandesa que me alaban todas las chicas por lo suave y reluciente”. O tal vez: “Un vergatario bien mantenido y aceitado impide que el motor del coche trabaje forzado durante un viaje largo”.
La oposición maledicente señala que la bien acabada -discúlpenme el atrevido chascarrillo- búsqueda del nombre del celular chavinés tuvo una profusa cantidad de prototipos nominativos durante su estancia en el laboratorio: PijoSpeak, VoiceChot, PoronTalk, ChauchaCell, PenElectrum, GarchaTec, PitoPhone, FifaCom y así sucesivamente.
La fracción femenina del partido oficialista, que encabeza Clara Etelvina Fagúndez Huesca Fernández Pinilla Ramírez, alertada por la predominancia de estos apelativos según ella machistas, amenazó con exiliarse con todas sus seguidoras en Miami si lo que llamaron “falologocentrismo imperialista” no era remediado: sólo la firme promesa del presidente de Venezuela que aseguró que el próximo e inmediato modelo amerindio de un teléfono móvil precolombino será el refinado "ConchiWave" bolivariano o el glamoroso "PezonNet" emancipatorio, cuyo prototipo se ve en la ilustración de arriba -junto al simpático Vergatario Platinum que le regaló Hugo Chávez a Cristina Kirchner anteayer-, logró que amainara la tormenta política. También se barajó la posibilidad de lanzar el "VagiLink" en tono rosa pastel y aromatizado con esencia de orquídeas o el "ClitChatting" fucsia rabioso, texturado y con estuche para cosméticos adosado a la tapa, como alternativas populares a corto plazo, y eso distendió al fin el enrarecido ambiente parlamentario, que padecía la tensión que habitualmente es propia de los debates "de género". Todo ello sin embargo no impidió que el mandatario venezolano denunciara en un discurso de quince horas y veinticinco minutos que "la ITT quiere su cabeza para exhibirla en una vitrina de Wall Street" y que a esto se deben los ataques que ha venido sufriendo.
Es que Milan Kundera tiene razón: debemos ser muy cuidadosos con las metáforas, pues una epopeya, una fogosa pasión o un desastre emergen eventualmente del verbo encendido o del sustantivo recalentado en esta hipótesis del logro de nuestro aliado y amigo del norte de la Sudamérica.
De todos modos, aunque la costumbre comercial pula estas rispideces, uno seguirá un poco quisquilloso cuando su mujer le diga: “Vení, acercame al centro que quiero comprar baterías porque mi Vergatario se quedó sin pilas”. Más de un distraído puede terminar en la puerta de un sexshop, y no sería bonito para la pareja, ni justo a la hora de hacer la crónica de las esforzadas tecnologías autóctonas.
Gustavo F. Soppelsa
1 comentari:
Quiero un vergatario... ¡YAAAAAAAAAAA!
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