dimarts, 1 de novembre del 2011
Bobadas europeas: la bella duquesa que lo fue (es) por cosmetología biográfica (¿?)
La historia oficial, la rampante, que se ha hecho carne en el consciente-subconsciente tanto de europeos como americanos hace notar que siempre América, tanto al norte como al sur, ha vivido inevitablemente a costillas de Europa, desde 1492 a la fecha (se han hecho algunos intentos para correr la datación pa’atrás con los vikingos visitando a los sioux o tribus de aquella zona antes, pero no han prosperado… y Colón sigue gozando de buena salud pionera).
El concepto “vivir de” es, verdaderamente, en esta cuestión, plurisignificativo. En Europa, por razones de autoindulgencia, etc. y sobrevivencia al dolor ético, “vivir de” normalmente supone “haber sido ayudada por”, “haber sido civilizada por”, “haber sido mejorada por”, en suma.
En América, por hipervictimismo más o menos razonable, y por reducciones del pensamiento, “vivir de” normalmente significa “haber sido expoliada por”, “haber sido desnaturalizada por”, “haber sido corrompida por”, y a menudo también, con más humildad o afán autoesclavizante, “haber sido formada culturalmente por” y, también, “haber sido civilizada por”, como en el primer caso.
El tema actual de la globalización nos hace girar la cabeza sobre estos “sobreentendidos”, y traer, si es posible, un poco más de realismo a la cuestión. No para buscar una áurea mediocritas pacificadora y tibia, sino para ajustar más las clavijas de la precisión analítica.
América ha salido a la luz occidental por obra de los europeos, y eso es innegable. Pero, más allá de esa certeza, la circunstancia de que todo toque europeo en América haya sido un don es una aseveración hartamente discutible. En todo caso, ha sido, por lo general, un don (un bien dado, quiero decir) que llegó de modo aleatorio, consecuencialmente no buscado, a menudo con efecto colateral (de provecho para los americanos) no querido y casi nunca en ausencia de un beneficio mayor (económico) para la dadora que el que provenía del don mismo entregado. Lo que se llama técnicamente una “inversión” si es más o menos justa y legal en la distribución de lo que produce, o una “capitalización no blanqueada ni blanqueable” con frecuencia casi sistémica en conversación que nos ocupa: digamos que el mandar a “civilizar” a hijosdalgo que no tenían dónde caerse muertos en Extremadura a cambio de mercedes “tomadas de la mano de Dios” en América no fue exactamente un acto de piedad para con los, supongamos, querandíes o charrúas... Fue algo así como un: “Ay, qué alivio, nos sacamos a estos miserables de encima, que ya no hay qué repartir en Aragón, Andalucía y Galicia y de paso quizá nos consiguen algo de mano de obra barata y metales”. Y plumas de colores, y esas cosas tan bonitas que tanta gracia les hacen a los europeos desde entonces y que ahora son “etnicismo” Yves Saint Laurent o Prada (no Ana).
Por supuesto, un estudio serio al respecto debería ser de estricta y neutral historia económica desde 1492 hasta nuestros días. Sin embargo, creo, la verdadera pregunta además de la ya respondida abundantemente a favor y en contra desde todos los rincones acerca de la que dio el beneficio y de la que fue beneficiada durante el transcurso de la “relación poscolombina”, es ésta, la cual reconozco pertenece, prácticamente, al terreno pantanoso de la contrafactual history: ¿Cómo hubieran evolucionado los asuntos europeos sin América?
En estos precisos instantes, en los cuales Europa, desde un punto de vista que a los americanos en general nos cuesta asir en su profundidad íntima, se debate en una especie de conmoción de prosperidad insegura, blandiendo -uno se interroga si lo hace con buena fe metódica o exacerbado interés- el efecto contagio que el derrumbe de la arquitectura de la eurozona puede acarrear a América y al resto del mundo, sería pertinente imaginar si no es que Europa, como lo hizo lisa y llanamente ante el fratricidio intracontinental precipitado durante la dos grandes guerras y principalmente por los nazis, no está exactamente implorando ayuda. Simplemente ayuda, porque no puede consigo misma: agotada, aburrida, envejecida, fatigada, aristocráticamente invulnerable a las democracias, por más que sus constituciones las impongan aquí y allá, soporíferamente inexplicable cuando vuelve los ojos a una duquesa a la que la increíble estupidez del vasallaje que se lleva en la sangre le ha querido borrar la monstruosidad del rostro y darle belleza mediática extirpándole sus rasgos de máscara de terror por la gracia de una especie de saga visigótica que mejora la de Harry Potter de a ratos en fantasía. Con el mismo criterio, y más elevado, las deformaciones del Aleijadinho esculpiendo con sus herramientas atadas a las manos las estatuas de la barroca Ouro Preto serían rosas, y bien miradas con la lente del arte y la pasión realmente lo son.
Un sofisticado florentino o un adusto pequeñoburgués catalán podrían reírse al imaginar que la figura de la que hablo (Europa pidiendo ayuda a América) remite a un pobre desgraciado de una favela o una villa miseria argentina “dando una mano” a la banca europea. Es verdad que el espectáculo aparece absurdo. Pero hay muchas cosas absurdas en la historia del Mundo, y ni qué hablar de la misma Europa: el sabio y Viejo Continente devorándose las propias entrañas, por citar el período más chocante, entre 1939 y 1945, no es específicamente un modelo de razonabilidad. ¿Bombarderos alemanes destrozando la británica Coventry conforman una pintura en la vida de la Humanidad peor o mejor que los basureros sistémicos con pobres desharrapados en el Tercer Mundo americano? ¿Un “partido nacional” como la falange usando a su querida nación como campo de experimentación de las carnicerías por venir de parte de su aliado germánico es “más civilizado” que fazendeiros que hacen matar a un líder de Los Sin Tierra en una emboscada? Difícil de escoger una respuesta. ¿El colaboracionismo de Vichy es más digno que la dictadura de Pinochet por cuestiones atmosféricas o ambientales relativas al queso francés que se nos escapan? Quizá, pero algún osado podría dudarlo.
De repente, con atajos que no son de la cabeza, sino de los que trae el corazón y el arte, recuerdo a Quevedo, hablando del dinero, y del oro, que eran y son sinónimos, diciendo:
"Nace en las Indias honrado,/
Donde el mundo le acompaña;/
Viene a morir en España,/
Y es en Génova enterrado."
¿Será tal vez que de hijos nacidos de América que han muerto desangrados en Europa y muy bien enterrados están allí, concreta y simbólicamente, se ha alimentado y se alimenta el Viejo Continente que tanto nos ha dado supuestamente como benefactor interminable? Lástima no poder entrevistar a Francisco de Quevedo para saber de sus razones últimas al escribir ese lindo verso: “Nace en las Indias honrado”. No sé si quiso decir “honesto” o “alabado”. Más acomoda -tengo la impresión- la primera acepción, pero, de todos modos, con un leve cambio de significado en la estrofa, el adjetivo encomia al oro de las Indias, y le rinde honores de reconocimiento en medio de una poesía que es cínicamente acusadora del poder de la riqueza. Menudo apologista de las Indias, y de su cooperación a las arcas genovesas, sin olvidar que de los tratados fundacionales de la UE los primeros fueron celebrados en Italia. Pero qué iba a saber el poeta de aquello por venir. Si como repiten en Iberia: “A mañana no lo ha visto nadie”.
dimarts, 25 d’octubre del 2011
Coses petites
Ens hem tornat displicents respecte de les nostres opcions. Hem passat de la cultura del pecat a la de l'absolució universal anticipada. Fin i tot als errors, els hem legitimat com "possibles models de vida". Després, hem incorporat el conjunt dels "models de vida", amb els errors inclús, dintre del catàleg de béns útils a consumir.Finalment, quan vam comprar als grans magatzems de l'existència un model de vida que és un error i per això vam fracassar, als nostres fracassos els hem cridat "ira de Déu", o "destinació enigmàtica" o "decisió dels astres", o "maledicció diabòlica", vista l'orfandat lògica que ens oferix el fet que hàgim preventivament derogat el pecat i ens hàgim autoamnistiat per endavant i per a sempre per qualsevol resultat dels nostres actes.I així i tot, àdhuc sense pecats i lliures de tot retret, això no ens ha portat felicitat ni serenitat, i hem tornat la mirada una altra vegada al mite i a la superstició de la presència d'un perseguidor sobrenatural que habita fora d'aquest món. És a dir: vivim sempre patint l'ambició de mantenir els ulls tancats respecte de nosaltres mateixos; en el segle XXI, amb tot el seu ornament electrònic, Natuba segueix sent un recurs fàcil i les suposades bruixes que la seva hipotètica maldat va engendrar hi continuen pesant més que una explicació basada en les reals disputes d'alcova de Salem. John Proctor i Rebecca Nurse disten molt encara de salvar-se del patíbul i romandran cíclicament penjats. Una vegada i una altra, una vegada i una altra, una vegada i una altra.
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